Claves para contar un cuento

Hablar del origen de las historias es hablar del origen de la Humanidad. Desde que tenemos noticia, la palabra ha sido vehículo de comunicación, información, entretenimiento, creación y aprendizaje. Aunque podríamos desglosar la utilidad de los cuentos desde diferentes puntos de vista, ya sea psicológico, antropológico, etnológico, lingüístico o pedagógico, una historia continuará siendo algo más. Porque los cuentos se dirigen a la totalidad de la persona y quien los cuenta ha de hacerlo también desde su totalidad, desde su corazón.

Por lo tanto, cualquier relato que nos interese podemos contarlo y transmitir ese mismo interés a quien nos escucha. Como premisa única y fundamental ha de estar nuestra honestidad. Contamos cuentos no por su utilidad, que la tienen, sino porque nos han llegado muy adentro y queremos transmitirlos.

Cualquier actividad que realicemos mejora con la práctica. El oficio de contar cuentos también. A continuación propongo unas breves notas para facilitar la tarea. Sin embargo, es muy importante recordar que las conclusiones que puede extraer cada persona de su propia experiencia valen más que todas las recomendaciones ajenas.

ELEGIR EL CUENTO

Como apuntaba más arriba, es muy importante que el cuento que vayamos a contar nos guste. Resulta obvio e imprescindible: la mejor garantía de éxito. Nosotros transmitimos nuestro entusiasmo y los oyentes, aunque sea a un nivel inconsciente, se dan cuenta de ello.

El cuento literario no es necesariamente apto para ser contado. Aquí tendríamos que remontarnos a las características generales del cuento tradicional, pues éste sí que nació dentro de una cultura oral, de boca en boca. El cuento para ser contado ha de sustentarse en las acciones, en lo que ocurre; una historia que no tiene desarrollo, “detenida”, es muy difícil de contar.

Salvo en contadas ocasiones tampoco es conveniente elegir cuentos que no respeten la sucesión lógico-temporal. La estructura del cuento contado tiene que ser sencilla, sin que exista la posibilidad de confusiones o la necesidad de explicaciones durante la narración. Un cuento es un mensaje directo, inmediato.

Trabajar con grupos de edades similares facilita la elección de la historia, ya que suelen tener todos los oyentes los mismos puntos de interés.

Hasta los 8-9 años de edad les gustan las historietas rimadas, cuentos mínimos, cuentos de fórmulas, cuentos con las partes del cuerpo y cuentos acumulativos o reiterativos. En general, cuentos no demasiado extensos, sencillos y con elementos rítmicos, ya sea a través de su estructura sintáctica o por la rima. También resultan de su interés los referidos a animales y situaciones de la realidad cotidiana. Como destaca Sara C. Bryant, los elementos fundamentales que ha de tener un cuento para pequeños son: rapidez de acción, sencillez de conceptos y elementos reiterativos.

Para más mayores, el repertorio ha de incluir cuentos del mundo, de culturas lejanas o exóticas; historias sobre la Mitología; historias sobre su realidad: relatos históricos sobre la zona en la que vive, romances y tradiciones; historias sobre la Naturaleza y la vida de los animales y, en suma, cuentos tradicionales o de escritores conocidos que contengan elementos humorísticos, de misterio, aventuras o amor.

PREPARAR EL CUENTO

Como primera medida, hemos de leer numerosas veces el texto del cuento hasta que no existan palabras ni estructuras gramaticales sin el significado muy claro. Si es muy largo, hemos de resumirlo; si es muy corto, podemos incorporar elementos de nuestra cosecha. El análisis del texto nos lleva a independizar los bloques temáticos más importantes del relato.
A estas alturas también efectuaremos un resumen del cuento. Esta actividad nos ayuda a sintetizar la trama y resulta interesante para su memorización. También realizaremos una relación cronológica de todas las acciones. Más adelante, sobre el resumen y la sucesión de acciones elaboramos un guión argumental.

Tras varias lecturas, también podemos elegir qué partes van a ser memorizadas: fórmulas verbales, rimas, frases que se repiten varias veces… Es en los cuentos para más pequeños donde más componentes rítmicos de este tipo podemos encontrar. También en los cuentos para mayores podemos memorizar ciertas frases y expresiones que encontremos acertadas o de gran efecto.

El cuento siempre tiene un punto de máxima tensión, atención o clímax, y varios puntos secundarios. Busquémoslos y confeccionemos el relato en su función, gracias a ellos el interés del cuento no decae. Internamente un buen relato siempre guarda respuestas y siempre va planteando nuevas preguntas. Nunca lo sabemos todo hasta el final. De ello depende que la atención se mantenga. Un buen narrador sabe crear y dosificar la intriga hasta la conclusión de la historia, pues los cuentos de mejor efecto para ser contados son, precisamente, los que tienen el momento de máxima tensión en el último momento, con el desenlace.

Los personajes sustentan la trama y son sus idas y venidas lo que realmente interesa de la historia. Todos los pasajes del cuento deben estar imaginados dentro de nosotros, muy especialmente los personajes. Hemos de imaginar más de lo que en realidad se cuenta. Y aunque en apariencia es un trabajo invisible, de nuestra imaginación van a salir las voces y los gestos que den vida a los personajes. Cuando hablamos de un ogro, éste será estereotipado si no hemos hecho un trabajo previo de imaginarlo, de ver su aspecto, su carácter, sus ruidos.

Esta labor pone en funcionamiento mecanismos internos que nos hacen superar nuestro propio registro como narradores e ir más allá de lo que en una reacción inmediata podemos encontrar. Imaginar, visualizar personajes, situaciones y lugares personaliza un cuento y lo enriquece.

Después de este trabajo reflexivo, pasamos a la acción y, para empezar, hemos de aprender el hilo argumental. En este momento hemos de contarnos el cuento internamente; después en voz alta, aunque nadie nos escuche, realizando cualquier actividad manual: tareas caseras, pasear… Este ejercicio es inmejorable, pues necesitamos una gran concentración para que no se rompa la cadena del cuento; concentración que se requiere siempre que contemos en público, ya que los motivos de distracción abundan, llegan a nosotros y hemos de superarlos sobre la marcha.

Finalmente, podemos probar a contarlo frente a un auditorio familiar y escaso en número. Aquí es donde podemos sentir el pulso del cuento, viendo las reacciones en los oyentes. Ante todo, hemos de saber que ningún cuento se hace totalmente en soledad; es necesario un trabajo previo, indudablemente, pero la reválida se pasa frente al público y no antes de haberlo contado al menos 10 veces. ¿Por qué? El cuento es comunicación y el narrador se nutre del público. No existe el cuento oral sin interacción entre el narrador y el oyente. Después de esta experiencia podremos sacar conclusiones, de forma intuitiva y razonada, que nos darán la verdadera dimensión del cuento.

CUIDAR EL LUGAR DONDE SE DICEN LOS CUENTOS

Los dos elementos externos que necesita un narrador para poner en público su trabajo son muy sencillos: silencio y comodidad. Silencio en el entorno, de forma que en ningún momento sea necesario gritar para ser escuchado; y comodidad para los oyentes, una precaución que evitará su cansancio. Sin lugar a dudas, los factores externos pueden condicionar el resultado de una sesión de cuentos. Merece la pena tomar en cuenta estas sencillas recomendaciones:

El lugar ha de ser un sitio recogido, donde no haya ruidos, ni elementos que favorezcan la dispersión. En lo posible, procuraremos que no sea un lugar de paso y que los oyentes estén de espaldas a las puertas existentes en la sala y estas, lo más alejadas posible del lugar donde se coloque el narrador.

Evitaremos las carencias de luz y también su exceso, procuraremos no contar a contraluz (pues nuestro rostro estará a oscuras), ni con la luz en los ojos de los oyentes. Es importante que el lugar tenga buena acústica, sin ecos, ya que cumplir esta condición no sólo nos protege la garganta, sino que también proporciona un silencio sin reverberaciones, limpio, un hecho que favorece la atención del auditorio y evita su fatiga.

La disposición ideal de sillas se crea con un “semicírculo mágico”, es decir, colocándolas en forma de media luna; teniendo muy en cuenta que el narrador ha de ver a todos y cada uno de los oyentes y ha de ser visto por todos ellos. Quien cuenta, para dirigirse a todas las partes de ese auditorio, no tiene que realizar movimientos extremos de llegar a ponerse de espaldas frente al resto.

El número de personas, la hora del día, la edad de los oyentes, la razón por la que están ahí en esos momentos… todo influye, para bien y para mal, en la sesión de cuentos. Así pues, el narrador ha de cuidarlo en momentos previos a la sesión procurando informarse y modificando, en lo posible, las condiciones adversas.

Y COLORÍN COLORADO…

Hemos de tener en cuenta que contar una misma historia unas cuantas veces es una necesidad ineludible para mejorar. Repetir de forma consciente, estando muy atentos a posibles errores y mejoras, redondea un cuento y lo hace definitivamente nuestro. Desde luego, siempre nos quedarán muchas cosas por aprender y muchos cuentos por contar. Lo importante es encontrarnos siempre receptivos y confiando cada vez más en nuestra intuición, pues nos reserva las mejores enseñanzas.

Contar cuentos es un privilegio: nos brinda la posibilidad de comunicarnos y nos pone a veces en el límite de nuestros propios recursos expresivos, bien sea con la voz o el gesto. Seamos cada vez un poco más osados; para nosotros será una fuente de alegría… y para nuestro auditorio también.

Por último, una recomendación: todo lo que vamos aprendiendo, lo que vamos contando, lo que hemos sentido, lo que se nos ocurre en un momento, lo que no queremos olvidar, todo, podemos escribirlo en un cuaderno. El cuaderno del narrador puede resultar una herramienta muy útil para quien quiere seguir aprendiendo y perfeccionando su tarea. El cuaderno llega a convertirse en un lugar fértil donde podremos ir con frecuencia para dejar y, con el tiempo, también para recoger.