La realidad de los sueños

Maratón de los Cuentos de Guadalajara

Revista de Narración Oral Tantágora Nº 2, 2006

UN POCO DE MEMORIA

Para hablar del Maratón de Cuentos de Guadalajara habría que comenzar por un érase una vez, porque su historia es un cuento hecho de cuentos.

En un lugar de España llamado Guadalajara, en el interior de un Palacio llamado del Infantado, una vez al año se cuentan cuentos de manera ininterrumpida durante tres días con sus noches. Son cuentos contados –no leídos- y escuchados por todos aquellos -habitantes y visitantes- que lo desean.

Todo empezó en 1992 (un año dado a grandes acontecimientos, por cierto), cuando imaginábamos actividades para la Feria del Libro de la ciudad. Por entonces, en un delirio de fantasía política, Blanca Calvo, bibliotecaria de la ciudad, era la alcaldesa. Este dato es importante, porque el empuje de la idea con un apoyo institucional tan directo, fue muy fuerte. Lo cierto es que aquella mañana nos dejamos arrebatar por un sueño. Soñamos con un montón de personas reunidas para contar sus cuentos. Una imagen muy bucólica como en los Cuentos de Canterbury o el Decamerón, donde en un ambiente distendido cada persona cuenta su historia para hacer más corto el viaje, como entretenimiento, y también para conocer más cosas y así, conocerse.

Ya entonces para nosotros, desde la Biblioteca y el Seminario de Literatura, estaba claro que la animación a la lectura se iniciaba escuchando historias, pues como dice Blanca, a leer se aprende con las orejas. Por eso imaginamos una actividad donde hubiera muchísimas oportunidades de escuchar y contar historias. Queríamos poner los cuentos en el lugar que se merecen e incorporarlos, aunque sólo fuera durante un espacio corto de tiempo, a la vida cotidiana de las gentes, de donde nuestra época acelerada había conseguido sacarlos.

El Maratón de los Cuentos fue una invitación para toda la ciudadanía de a pie: cualquiera que quisiese podía contar un cuento. Sin duda nació con vocación de niño grande, pues ya en su primera edición duró 24 horas. Parecía un número redondo eso de contar cuentos durante un día entero. En tamaña locura nos animaba saber que teníamos muchos amigos que no nos iban a dejar solas y una lista de cuentos del repertorio de quien suscribe, que confeccioné para mi tranquilidad y la de muchos, por si no había suficiente gente que se prestara a contar. No hizo falta, numerosas personas tomaron el reto como propio y así fue como la ciudad entera salió ganando.

Los días que siguieron a esta primera edición estaban impregnados de una alegría y un orgullo que se palpaba por la calle. Eso de haber salido en la televisión sin ser protagonistas de ninguna desgracia había calado fuerte. Guadalajara es una ciudad pequeña y, de alguna manera, anónima a nivel nacional de modo que por una suerte de milagro, el tema de los cuentos había despertado un sentido de comunidad y pertenencia. Además, y sobre todo, era una propuesta novedosa, pacífica, democrática, festiva y comunicadora que se ofrecía como alternativa a cualquier otro entretenimiento.

Sí, aquel día nos dejamos arrebatar por un sueño y la ciudad fue tomada por sorpresa. Un sueño que no ha dejado de crecer hasta la fecha porque desde el principio fue una idea suficientemente acogedora como para cobijar otras ideas e iniciativas que se fueron sumando. El Maratón siempre se ha mantenido abierto a las propuestas más variopintas y ha vivido gracias a las generosas colaboraciones y la complicidad de muchas personas. Por esta razón no ha dejado de extenderse, a lo largo en cuanto al número de horas contadas y a lo ancho con muchas otras actividades que se celebran de forma paralela a la actividad principal que continúa siendo la narración de cuentos en el Palacio del Infantado.

En la última edición (2005) se han contado cuentos durante 47 horas. Han sido 1035 los narradores y 789 los cuentos narrados. Al acto propio del Maratón se le han sumado Conferencias, Talleres, Exposiciones, Cursos y un Festival de Narración Oral que este año estaba en su novena edición. Además, existen otros Maratones que se celebran de forma paralela al de los cuentos: de fotografía, de ilustración, de radio y de música. También a lo largo de estos años se han sumado a la actividad pueblos de la provincia organizando un Minimaratón propio. Este año han sido 28 las localidades participantes de lo que se llama el Maratón Viajero.

Explicar con detalle todo lo que ocurre en esos días excede con creces la pretensión de este escrito. Sin lugar a dudas, mejor vivirlo para creerlo. Dicho de otro modo, están todos ustedes invitados.

UN POCO DE SUSTENTO

Las cifras que rodean este acontecimiento, que sepamos sin precedentes, son abrumadoras. Pero nuestra satisfacción más profunda no radica en la cantidad sino en los dos componentes esenciales que sustentan este sueño: la palabra y las personas que lo hacen posible.

Me encanta pensar en alguien que llegue a la ciudad en los días del Maratón sin conocerlo; ¿qué pasa aquí, qué se celebra?, imagino que pensará, ¿alrededor de qué se ha reunido tanta gente? Y la respuesta está ahí, en la palabra. Porque todo lo que ocurre, absolutamente todo, nace y gira en torno suyo. Es la palabra la que consigue cambiar el aspecto y el espíritu de la ciudad durante tres días, un tiempo en el que se convierte en lugar de escucha, de comunicación y de encuentro. Es la palabra la que logra establecer un espacio pacífico, por momentos multitudinario, con vocación de intimidad, donde las orejas para escuchar son tanto o más importantes que las bocas que narran. Es ella, la palabra, el centro de esta reunión cosmopolita en la que participan gentes de diferente sexo, edad, raza, país, ideología, oficio e incluso idioma.

Sí, la ciudad en esos días se llena de visitantes, curiosos y amantes de la palabra que participan de una fiesta peculiar. Una fiesta que desde el primer momento la quisimos cultural, donde las personas pudieran contar de viva voz con total libertad sus historias inventadas, aprendidas o heredadas de su familia; y además tuviesen la oportunidad de escuchar las de los demás.

Y, aunque para la realización de tantas cosas se necesita un presupuesto importante, ese espíritu que anima a la ciudad no está cimentado en el dinero. Es la gente quien llena la calle, habla de ello, se pasa a escuchar y por supuesto, cuenta. Allí están las madres y los padres con sus hijos, los grupos de amigos que se visitan con motivo del Maratón, los curiosos, los incondicionales.

Son muchas las personas que llevan viniendo año tras año desde sus inicios. Entre ellas, numerosos narradores orales profesionales que también han participado activamente al engrandecimiento del Maratón. Cuando se inició, el mundo de la narración oral en España estaba despertando y conocíamos a muy pocos narradores que se dedicaran a contar cuentos de forma profesional. Sin embargo, ya en la edición de 1996 se invitó a participar a un narrador de cada una de las Comunidades Autónomas, y eso contribuyó a extender por todo el país la noticia de su celebración. Maratón y Narración en muchos aspectos han ido de la mano; ese mismo año se realizó el primer catálogo de la narración oral en España, muy incompleto pero con un interés real por difundir el trabajo de los cuentistas a nivel nacional. El tiempo no ha pasado en vano para la narración oral, que en estos últimos años ha tenido un crecimiento espectacular en el número de cuentistas, en la cantidad de lugares y ámbitos diferentes donde se cuenta y en el reconocimiento del oficio a nivel general. En mi opinión, Guadalajara continúa siendo un lugar de referencia y de encuentro para el oficio; y a su vez el Maratón se siente muy agradecido y enriquecido con la presencia de los narradores pues traen el aire fresco de lugares, estilos y visiones diferentes.

Que la ciudad sienta como suya esta actividad se debe a todo lo dicho más arriba y sobre todo porque está sustentada por mucha gente desde dentro. Salta a la vista que este gran encuentro se debe al esfuerzo de muchísimas personas voluntarias que creen tanto en el proyecto como para regalar su tiempo colaborando en tareas más o menos grandes, de más o menos responsabilidad y de mayor o menor protagonismo. Imposible contarlas, tal vez alrededor de unas doscientas, por poner una cifra que destaque entre tanta buena voluntad.

UN POCO DE VIENTO

Por este camino de gigante en el que hemos ido ganando muchísimo, también, cómo no, hemos perdido algunas cosas. En parte, esa intimidad que rodea la idea de contar los cuentos, precisamente al agrandarse tanto el marco en el que se escuchan. Sin embargo, cuando se produce la magia de la comunicación, cuando una sola persona con su sola palabra crea todo un mundo, el efecto es sobrecogedor pues pueden llegar a ser miles las personas pendientes del hilo de su historia. Hay un trabajo continuo de imaginación por seguir cultivando ese silencio donde la palabra puede florecer.

Cuando un acto es tan multitudinario, a veces resulta penoso abandonar una cierta idea artesanal de las cosas y sentir que no es posible atender a todas las personas, escuchar todos los cuentos, participar en todos los actos. Se necesita un esfuerzo de rendición y confianza muy grandes para que los acontecimientos no avasallen.

Luego está el desgaste propio de todo evento que se repite durante muchos años, donde lo establecido tiende a institucionalizarse y puede perder frescura en su funcionamiento. Por el contrario, es cierto, se gana seguridad y la práctica continuada consigue que muchas cosas de la organización se faciliten. Pero no nos engañamos, un acontecimiento de esta envergadura siempre está sujeto a imprevistos: satisfacciones y sofocos. Un acontecimiento que se inventa a sí mismo año tras año es una fuente inagotable de sorpresas y de milagros.

Un par de milagros: ningún año ha llovido de verdad y eso, para una actividad que se celebra al aire libre, aunque sea en el mes de junio, es decir mucho. Tampoco ha ocurrido ningún acontecimiento desagradable ni desgraciado en ningún sentido, como si las palabras creasen alrededor del Palacio un paraguas invisible y protector. Como si el Maratón fuera quien cuidase de sí mismo.

Y luego están los regalos, que también hay muchos. Eso sí, son personales. El Maratón está formado por tantos momentos y vivencias, que cada persona puede elegir. Para mí, nada hay comparable a la cara iluminada de la persona que acaba de contar su cuento, veo una hermosura y una satisfacción en sus ojos casi palpable. También me gusta el ambiente trasnochado, cuando hace frío, cuando somos pocos, cuando es fácil sentirse borracho de palabras y falta de sueño. Es hermoso emocionarse con los cuentos. Esa es una de las magias intangibles que regala el Maratón. Aunque sea sólo uno, si sentimos que un cuento nos ha llegado al corazón, pensaremos que el Maratón entero ha merecido la pena. Pero nunca sabemos dónde va a estar ese momento. Por eso duele alejarse del Palacio, como si nos fuéramos a perder lo mejor, entre tanto.

Tal vez el sentido del Maratón sea sólo eso, que de entre todos los estímulos te regale un cuento o un encuentro con unas cuantas palabras valiosas, dadas o escuchadas. Porque contar y escuchar historias siempre ha sido una manera muy cómoda de viajar; y del viaje que todos realizamos en esos días -en los que por otro milagro de los cuentos el tiempo se detiene-, volvemos a la realidad con nuestra maleta menos pesada y sin embargo, llena a rebosar de palabras.

El Maratón de los Cuentos está organizado por el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara y por la Biblioteca Pública, y recibe ayudas de numerosas instituciones. Se celebra en Guadalajara todos los años el tercer fin de semana de junio. Este año 2006 será su 15ª edición en los días 16, 17 y 18.