Por qué contar cuentos no es una fórmula aritmética sino mágica
Carta para la prensa local de Guadalajara, en 2009
En aritmética dos más dos siempre son cuatro. Sin embargo, en los encuentros entre las personas a veces uno más uno dan tres, o cuatro, o cinco… Y a veces, como ocurre con el Maratón de Cuentos, se rompe la calculadora y lo que se evalúa salta los límites de las puras cifras. Porque su resultado final no es la suma de las partes. Es algo más. Del mismo modo que una planta no es la suma de todas las sustancias y minerales que la forman, sino que necesita ese aliento que llamamos vida.
Así, también nosotros si sumamos todos los componentes que forman el Maratón, el resultado se sobrepasa a sí mismo: a los narradores venidos de lejos con sus historias; al más de un centenar de personas voluntarias que con su verdadera voluntad de ayudar se esfuerzan para que todo funcione; a los técnicos que consiguen que el mucho cuento pueda verse y oírse en todo momento en las mejores condiciones; a los y las cuentistas –rondan el millar- que le echan valor y se acercan a contar su cuento en el Palacio del Infantado; y por supuesto, a la gran cantidad de personas que se acercan a escuchar (a cualquier hora del día o de la noche), escuchar (haga frío o calor, llueva o truene) y escuchar.
Pues bien, si sumamos todas estas voluntades, todos los cuentos, todas las personas, el resultado no es una cantidad, sino una emoción, una suma innumerable de emociones. Una alegría que casi se puede tocar. Y que se ve en las caras de los asistentes que entran y salen del Palacio a todas horas. Una nube que se va repartiendo por toda la ciudad y que puede visualizarse muy especialmente en los abrazos que se producen de forma espontánea en el cierre del Maratón, y que dan la medida de la felicidad que provoca haber acabado “con bien” un acontecimiento tan sencillo y de tanta envergadura a la vez.
Este año el Maratón ha cumplido dieciocho años, y hemos hablado, como si de una persona se tratara, que llegaba a su mayoría de edad. Sí, lo sabemos desde el mismo momento en que nació: tiene vida. A su manera, pero vida. Cada persona que se acerca al Palacio en estos días se marcha con un regalo de humanidad que lo verifica: sentir que podemos encontrarnos, escucharnos, entendernos y divertirnos juntos por encima de todas las diferencias. La alegría que nos invita a festejar que las palabras son puentes y que los cuentos son mucho más que palabras.
Por esa suma mágica que en estos días formamos todos los amantes de los cuentos, gracias Guadalajara.